sábado, 10 de septiembre de 2011

1.

Silencio.

Y en el silencio mi propia voz repitiendo lo que escribo es lo único que se atreve a quebrarlo.

¿Dónde está mi primer cuaderno? El que dio origen a todo, el pionero, el primogénito de estas manos violadas por mis demonios, el primer llanto de asfixia de la criatura que, a la larga, se haría uno conmigo.

Salto de una idea a otra y la voz de mi cabeza le da énfasis a la palabra salto: ¡SALTO!

Mi voz no parece mi voz. Quizás suena como quisiera que fuese.

Es casi real, pero luego algo rompe el reflejo y te das cuenta que la ficción te respira en el cuello. Yo, sin sentido aparente, escojo palabras al azar y las combino a todas, tratando de expresar un “no sé qué” que me consume y entonces la voz de mi cabeza se me adelanta, tacha y corrige. Me lee la mente.

- A veces pienso que estoy loco –Me dice la voz.

- ¿Loco? ¿Cómo loco? ¿Enfermo? –Pregunto yo desde otra voz que tampoco suena mía.

La voz narra esto con la suya propia y me doy cuenta que todo es parte de la voz, cuya respuesta yo sé pero no escribo hasta que la voz me lo diga.

- Qué lástima que tú no eres yo, porque podrías haberlo hecho, ¿sabes? –Continúa la voz (o escribo al fin)-. No, loco de de enfermedad no. Sólo loco, ¿nunca te has sentido así? ¿No te acuerdas? –y esta última frase suena como a través de un teléfono en altavoz.

Me siento tentado a volver las páginas, las caras, las hojas. Me siento tentado a traicionarlas y sorprenderlas en sabe Dios qué actos, sabe Dios qué es lo que hacen con mis palabras cuando no las veo y saben mucho ellas, sí, que lo han visto todo.

Han visto todo sobre la nada. La nada en su estado más puro. O quizás lo más parecido, porque cuando abro el cuaderno con una idea hablándome en la cabeza la arrojo violentamente al papel antes de escribirla. Incluso desde que toco la cubierta del cuaderno. Quizás desde el momento en que la idea florece en mi cabeza tras un inaudible y breve orgasmo creativo que a duras penas puedo percibir.

Ya lo han dicho, y la originalidad (si bien no existe en realidad, pero la puta que se hace pasar por ella está ahí en su lugar) me da la espalda cuando se da cuenta de lo que diré, pero es verdad.

“El parásito más resistente es una idea.”

Si es así… yo estoy carcomido hasta los huesos por ideas y me gusta estarlo, porque todo esto es sólo una parte y “Todo” es escribir.

Incluso yo soy parte de escribir, como escribir es parte de mí a su vez.



Daniel Chávez.

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